Hace tiempo que quería escribir sobre esto. No sé si os habéis parado a pensar que hay muchas cosas que hasta hace unas décadas eran consideradas “tradicionales”y a día de hoy se han convertido en "revolucionarias, rebeldes, transgresoras".
En la generación de nuestras abuelas dar el pecho a los bebés, dormir con ellos en la cama, acunarlos para dormir, introducirles en la alimentación complementaria con trocitos de comida normal, es decir, sin potitos y un largo etcétera formaba parte de la crianza “tradicional” de los bebés. Hoy día, esto es toda una provocación que contradice la prescripción médica de muchos pediatras.
Hace algunas décadas, comer frutas y verduras de la huerta, animales de la granja o huevos recién puestos por las gallinas era la manera normal de alimentarse. Hoy día, esto es un lujo. Este tipo de alimentos se venden en tiendas ecológicas a precios elevados y si los consumes eres sospechosos de ser un neo hippie o cosas peores.
Hace algunas décadas, mucha gente se calentaba con leña que quemaba en chimeneas o estufas. Hoy día, esto se considera súper ecológico porque así consumes energía renovable y ya no se llama leña ¡se llama biomasa!
Hace algunas décadas, creer en Dios, ir a misa y rezar era bastante habitual en España. Hoy día muchos niños no son bautizados y muchos no tienen ni idea de quién es Jesús (si les preguntas quién es Jesús, posiblemente te respondan ¿Jesús qué más?). Ser creyente, ser cristiano hoy día es toda una provocación.
Dado que este es un blog de crianza natural y familia cristiana quería centrarme en esta última reflexión: ¿Ser una familia cristiana es algo tradicional o algo revolucionario?
Para mucha gente, el concepto “familia cristiana” es algo que suena a rancio, a antiguo, a retrógrado ¡Es algo contra lo que hay que luchar! Además, muchos pensarán que eso de familia cristiana suena a Iglesia y, ya se sabe, la Iglesia es lo peor de lo peor ¿verdad?
Para mí, ser cristiano, construir una familia cristiana es todo lo contrario: una revolución. Significa conocer y amar a Dios, el que ha creado el mundo y me ha creado a mí. Significa reconocer que no soy autosuficiente, que yo no me he creado a mí mismo. Significa negar el relativismo, el utilitarismo y demás ideologías reinantes. Significa sentirme liberado cuando reconozco mis limitaciones. Significa ser consciente de que tengo que pedir ayuda a Dios para que él llegue donde yo no llego. Significa despreocuparme a pesar de que no puedo controlar todas las variables de mi vida. Significa abrirme al amor de Dios para después poder repartirlo entre los demás. Significa confiar en Dios y pedirle que se haga su voluntad, no la mía, que él sabe más. Significa ser libre de verdad, vivir en el mundo, sin pertenecer ni al mundo ni a nadie, sólo a Dios. Significa vivir con los pies en el suelo y la mirada puesta en el cielo.
Por tanto, hay prácticas que a pesar de haber sido una tradición durante siglos, hoy son consideradas por las sociedades actuales y modernas toda una revolución (crianza natural, alimentación ecológica...) y en cambio, otras como la fe católica, a pesar de ser una verdadera revolución para el que la practica, es considerada algo tradicional y antiguo por las mismas sociedades. Interesante y curiosa paradoja ¿no crees?
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