Puede que estuviera acompañada por alguna mujer o por Juan, pero aunque estuviera acompañada físicamente, María en esos momentos está sola.
Es tan grande el vacío que siente por la muerte de su hijo, que nada ni nadie lo puede llenar.
Nos acercamos a ella con respeto sin decir nada, sólo queremos estar a su lado y compartir su dolor.
La esperanza de María es la esperanza de toda la Iglesia
Su hijo ha muerto. Cristo ha muerto, pero María vive en esperanza.
El Sábado Santo es el gran día de la esperanza para todos los cristianos. Jesús fue sepultado, pero anunció que resucitaría.
La espera siempre se hace larga y dura, pero María espera la resurrección de su hijo.
Ella es la Virgen de la Esperanza. Esperanza que, aunque no quite la preocupación ni la tensión, aliviará el dolor a todo sufrimiento.
María es la primera cristiana. En ella se ejemplifica el cristianismo en toda su perfección.
A pesar de que no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor, María, siempre confió en la voluntad del Padre, se fió de él y con todo el dolor de su corazón, siguió adelante. Sin su ejemplo, quizás los apóstoles no hubieran tenido fuerzas para seguir.
Ella no deseaba la muerte de su hijo, pero sabía que esa era la voluntad de Dios. Y con el corazón desagarrado, de pie ante la cruz, María repitió una vez más, "hágase tu voluntad".
María, madre de toda la Iglesia y madre nuestra
Jesús en la misma cruz entregó al discípulo que más amaba a su madre y con él, a toda la Iglesia, a a todos nosotros.
Por eso, en un día como hoy, queremos acompañar a la Virgen en su soledad, queremos acompañar a la madre de Jesús, a nuestra madre y madre de toda la Iglesia.
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