Era la primera vez que se hacía una convivencia de este tipo, mezclando jóvenes y familias con niños pequeños, pero tuvo muy buena acogida. Nos juntamos casi cien personas.
Cuando nos propusieron la idea, nos asustaba un poco ir a una convivencia con tanta gente y con chavales tan jóvenes (desde dieciocho años) con nuestra hija de catorce meses. Aunque ya hemos estado en otras convivencias, en aquellas ocasiones sólo era para familias y éramos menos.
Sin embargo, nos apetecía probar la experiencia e intentarlo. Dios nos llamaba a compartir unos días con otras familias y con jóvenes de la parroquia que tan necesitados están de referentes, sobre todo, de familia y matrimonio.
Además, podía ser bonito juntar a jóvenes y niños pequeños, bebés incluidos, y no nos equivocamos.
¿Qué hicimos durante esos días?
Tuvimos de todo. El tiempo acompañó, aunque llovió un poquito algún día, pero hizo un fin de semana estupendo.
Aquellos que hayáis estado alguna vez en una convivencia católica de jóvenes, sabéis que en estas experiencias se aprovecha mucho el tiempo y se hacen muchas cosas. Hubo momentos para el deporte, para hacer juegos en equipo, para reir, para hablar y compartir y por supuesto, para la oración y la formación.
En esta ocasión, además, tuvimos algunas actividades diferentes.
- No teníamos cocineros, así que tuvimos que organizarnos por equipos para hacer la comida, poner la mesa, recoger y fregar.
- Hicimos una excursión por la sierra y para ello nos dividimos en dos grupos. Por un lado, los jóvenes que dedicaron casi todo el día a caminar por la montaña y por otro, las familias que hicimos una pequeña peregrinación hasta una ermita. Llevábamos niños de tres meses a cinco años y el porteo fue la solución para poder hacerlo con los más pequeños. Comimos en la explanada de la ermita y todo resultó un éxito. Fue una jornada muy agradable.
- Las familias tuvimos un café-coloquio con dos matrimonios estupendos que vinieron a darnos testimonio. Tienen seis y siete hijos respectivamente y fue una maravilla escucharles. Nos contaron cómo viven el Evangelio en su día a día, a pesar de las dificultades. En los doce y dieciséis años que llevan casados, han pasado momentos de todo tipo, de bonanza económica y de crisis, de dificultades laborales, de problemas de salud, de dudas de fe... y a pesar de todo ello, Dios sigue siendo la roca que sostiene sus familias, sus matrimonios.
El humor, la simpatía y la sencillez con la que hablaban de sus vidas y de todo lo que Cristo va haciendo en ellos, era realmente admirable. Nos enriquecimos muchísimo con su ejemplo y les estamos muy agradecidos.
- Por otro lado, las familias teníamos que conciliar todas estas actividades con laspropias de los niños, comidas, baños, siestas, cambio de pañales, etc, pero nos fuimos organizando y todo fue saliendo estupendamente.
¿Qué destacaríamos de esta experiencia?
- Que no hay que tener miedo. Si se hacen las cosas poniendo al Señor en el centro de todo, el Espíritu Santo siempre ilumina y las piezas encajan.
- Que tenemos que confiar más en la voluntad de Dios y menos en la nuestra. Experiencias como ésta, te renuevan, te llenan de vida, de alegría y aumentan tu fe. ¡¡Te recargan las pilas!!
- Que hay muchos jóvenes y familias que reflejan el rostro de Cristo y que contagian su alegría de ser cristianos a todo el que tienen al lado.
- Que merece la pena pasar unos días en comunidad y dejarse tocar el corazón por la Palabra, acompañados de jóvenes y niños. Nosotros fuimos un referente para ellos y ellos para nosotros y en el centro de todo, Cristo iluminándonos a todos. ¿Qué más se puede pedir?
Esperamos que este testimonio pueda servir de ayuda para otras familias, parroquias, colegios o comunidades.
Y a tí, ¿qué te ha parecido nuestra experiencia? ¿Has vivido algo similar alguna vez? Anímate y cuéntanos cómo lo ves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario