miércoles, 26 de diciembre de 2012

Vacaciones familiares católica: Otra forma de descansar (Parte II)


Hace unas semanas te contábamos en qué iban a consistir nuestras Vacaciones Familiares Católicas.

Pues bien, el tiempo pasa y ya hemos vuelto de esta increíble y maravillosa experiencia. Y hoy queremos compartirlo contigo...



Cuando llegamos a la casa de oración situada en un pueblecito del norte de España, sentimos algo muy especial y algo en nuestro interior nos decía que éstas no serían las únicas vacaciones que viviremos allí.

La casa de oración

La casa  de estas religiosas es ideal para este tipo de convivencias. Sus instalaciones son estupendas para ir con niños porque tiene jardín con columpios a diferencia de otras casas de oración, tiene amplias habitaciones para meter cunas, una cocina industrial provista de todo lo necesario para alimentar a muchas personas, aulas para reuniones y una pequeña capilla muy bonita.

Además, está situada en una zona preciosa y muy tranquila, entre las montañas, pero muy cerquita de la playa y de ciudades como Santander o Bilbao.

Los días no han podido estar mejor aprovechados. Ha habido de todo y hemos disfrutado muchísimo.

Conviviendo en familia

Hemos convivido cinco familias y dos parejas de novios y durante un par de días, se nos unió el sacerdote de la parroquia que nos acompañó en todas las actividades.

Por la mañana

Empezábamos el día ofreciéndoselo al Señor por las intenciones que cada uno quisiera y cantando con los niños, desayunábamos todos juntos y rezábamos laudes.

A continuación y dependiendo del día, celebrábamos la Eucaristía o bien, pasábamos al ratito de formación o catequesis sobre la familia y sobre nuestra fe. Después, nos reuníamos por parejas para compartir los temas que se habían tratado y cómo lo veíamos en nuestro matrimonio y en nuestra familia y después, nos volvíamos a juntar con el grupo para compartir todos juntos aquello que el corazón nos dijera, si nos decía algo.

Mientras tanto, nos repartíamos como podíamos para cocinar y para cuidar de los siete niños que había en la casa.

Por la tarde 

Después de comer, dormíamos la siesta o charlábamos, según las preferencias de cada uno y a continuación,  unos días íbamos a la playa, otros a misa si no nos había dado tiempo por la mañana y otros, hacíamos excursiones por la zona.

Entre las excursiones que hicimos, podemos destacar la visita a un Convento de Clausura de la Carmelitas Descalzas.

Tuvimos la suerte de estar un rato escuchando a dos hermanas que nos hablaron de su vocación y de cómo entraron en el convento. Una era novicia y tenía 21 años y la otra contaba con más de 28 años de vida en el Carmelo.

Todo fue de manera providencial porque una de ellas es la hermana de uno de los del grupo y un día comiendo se planteó la posibilidad de ir a visitarla todos juntos un día y así lo hicimos. Estuvimos con los niños y fue una experiencia increíble. Ver su alegría y su fe a través de la reja, contagiaba a cualquiera y qué sentido del  humor... Una maravilla, nos encantó. Personalmente me gustó mucho la frase que tenían grabada  en la pared encima de la reja:"Todo se pasa,  Dios no se muda" (Santa Teresa de Jesús).

Vacaciones completas

Han sido unas vacaciones muy completas. Ha habido de todo, sol y lluvia, playa y montaña, campo y ciudad y además, hemos tenido la oportunidad de reír, llorar,cantar, rezar, hablar, compartir, escuchar, ser escuchado, abrir nuestro corazón para dar y para recibir, reflexionar, aprender, bañarnos en la playa, jugar, dibujar, hacer manualidades, cocinar, pasear, disfrutar de la buena gastronomía y de la buena compañía y sobre todo, descansar el cuerpo y el espíritu, que es lo más importante.

Para nosotros ha sido todo un reto un viaje tan largo en coche porque nuestra hija lo lleva muy mal. No para de llorar desde que se sienta hasta que se levanta, pero sabíamos que teníamos que ir, que Dios nos llamaba a estar allí. Y no nos hemos arrepentido en ningún momento porque todo ha ido mejor de lo esperado, incluso los desplazamientos en coche porque Paula ha llorado menos que nunca.

Los frutos de la convivencia

Todos los que hemos participado en esta aventura, hemos coincidido en que estar allí ha sido un regalo.  No ha habido una discusión, sólo las normales entre niños, parecíamos una familia de verdad, pero de las bien avenidas. Todos cuidábamos de todos y a pesar de no conocernos mucho, sentíamos como que nos conociéramos de toda la vida.

Aquellos que no tengan fe puede que no crean lo que digo, pero los que ponemos a Cristo en el centro de nuestras vidas, sabemos que esto sólo es posible por la Gracia de Dios. Cuando todo se hace por Amor al Padre, siempre hay frutos. Y en este viaje, los frutos se nos han dado en abundancia.

Después de no parar durante una semana, no nos sentimos cansados, al contrario, volvemos reconfortados por la oración y por la paz que da estar cerca del Señor, descansar en Él.

Y ya de vuelta a nuestra vida diaria podemos decir que el próximo año, si Dios quiere, esperamos repetir la experiencia en el mismo lugar, pero con más familias.

Si nunca has disfrutado de este tipo de vacaciones, te recomendamos que pruebes la experiencia.  Es la mejor forma de descansar y de no tener depresión post vacacional. ¡Merece mucho la pena!

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